martes, 20 de mayo de 2014

Otorgan Honoris Causa al Prof. Luis Alberto Pacheco Mandujano


   Lima, ene. 09 (Thomson-Reuters).- El destacado jurista Luis Alberto Pacheco Mandujano, conocido en el medio por ser autor de la “Teoría Dialéctica del Derecho” que lo ha acreditado como uno de los filósofos del Derecho más prestigiados y serios de Sudamérica, acaba de ser distinguido por la Universidad Ada Byron, al ser incorporado a sus claustros con el máximo grado académico de Doctor Honoris Causa.

En documento oficial suscrito por el rector de la referida casa superior de estudios, se informó que la decisión de otorgar a Pacheco Mandujano la máxima distinción académica que una universidad en el mundo puede conceder, obedece al hecho de ser, precisamente, “autor de la teoría dialéctica del Derecho, obra de amplia repercusión en la filosofía y teoría del Derecho contemporáneos”, así como por ser considerado “un prestigioso profesional, renombrado jurista peruano, maestro de las nuevas generaciones de abogados e intelectuales en el Perú y Latinoamérica y un modelo de humanista comprometido con el futuro de su país”.

Como se sabe, Luis Alberto Pacheco Mandujano es un sobresalido abogado y distinguido profesor universitario que ostenta reconocimientos de diversas instituciones nacionales e internacionales, entre las que se cuentan ser consejero de la Sociedad Peruana de Derecho, miembro honorario del Instituto Latinoamericano de Derecho, presidente del Instituto Peruano de Estudios en Derecho Penal, miembro honorario del Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal, miembro de la Sociedad Internacional de Intelectuales Sartreanos en Defensa de la Humanidad, así como catedrático de la Universite de Solidarite Internationale Jean-Paul Sartre et Paul Nizan. Actualmente, Pacheco viene desempeñando la función pública en el cargo de Gerente Central de la Escuela del Ministerio Público del Perú, donde desarrolla una importante labor de capacitación académico-funcional al personal de esa institución del Estado peruano, en el marco de un singular proceso de reforma procesal penal por el que atraviesa el país.
 
En la ceremonia en la que se impondrá el galardón académico al referido hombre de leyes, programada para el mes de abril próximo, también será reconocido con el mismo mérito el profesor norteamericano Jules Coleman, profesor de jurisprudencia de la Wesley Newcomb Hohfeld, profesor de filosofía del Derecho de Yale, educado en el Colegio de Brooklyn y Doctor en Filosofía por la Universidad Rockefeller de los Estados Unidos.


(FIN) NDP/JCC

 

Entre idiotas(*)


Un infortunio he tenido, por causa de una mala decisión –haberme incluido como estudiante de una denominada Corporación de “Altos” Encuentros Nadales[1]–, al conocer a un singular pensador que, en cantinflesca condición de “profesor”, cree haber logrado sobreponerse a todas las ideologías a las que, cualquiera sea su forma y contenido, cataloga de “suciedad” creada y fomentada por ideólogos, teóricos y políticos –de quienes se refiere con desprecio– para “contaminar” las “mentes limpias de los hombres”. Ha agregado a su especial concepción que, por tanto, su labor en el mundo es “descontaminar” dichas mentes “con lejía y con jabón”.

Con voz de aguardientoso recién amanecido e impertérrito tono aplicado, ha sumado a su perorata, sintiéndose un místico cruzado medioeval, que por su “labor purificante de la consciencia de los hombres” está dispuesto a que se le reaccione con violencia y procacidad expresadas ora figurativa, ora realmente con los “tomatazos” y el “apedreamiento” que jura ya haber recibido antes y rejura, estoico, seguirá recogiendo. Alalimón, afirma sin embargo sentirse gratamente incomprendido, pero firmemente asentado en la seguridad que su propia consideración le otorga, de saberse portador de la “verdad absoluta” impoluta y libre de la “maldita ideología”, la que ha conocido en epifánico acto de autoenjuiciamiento de su yo interno, liberándose de sí mismo para verse, desde fuera y victorioso, ens a sé.

Al haber logrado semejante sobreposición, este… “profesor”, conocido entre sus iguales” simplemente con el nombre de Asnete, concluye que, salvo él, todos somos prisioneros de la falsa percepción de las cosas, esto es, de la ideología que “esclaviza y estupidiza” al hombre. De manera que, salvo él, todos somos idiotas y estúpidos.

Pero este singular… “profesor”, en verdad un idiota autocalificado como un ser químicamente puro, parece no darse cuenta –y está absolutamente convencido de que no sucede así– que su “liberador” modo de ver las cosas también es producto de su especial manera de concebir al mundo y lo que él contiene; es decir, que su manera de interpretar las cosas sobre este tópico gnoseológico, también es fruto de su propia ideología, porque, al final de cuentas, como diría John B. Thompson, la ideología no es sino el cemento articulador de las consciencias individuales que tienden a configurar la organización social en torno a los especiales modos de ver las cosas, es decir, en función de una “cultura” desarrollada por los hombres.[2]

La verdad apodíctica de este aserto me decidió a ofrecer polémica al… “profesor”, increpándole que negar la existencia esas “falsas representaciones” del mundo –como él las califica– significaría negar al mismo tiempo la cultura de la humanidad la que, de ser negada, en propiedad lógica de transitividad, negaría al mismo tiempo la condición humana a todos los hombres. Y es que la cultura no es sino el espíritu de la humanidad, un especial modo de ver el mundo a través de los cantos, las danzas, las ciencias, las artes, las creencias, las religiones y hasta a través de las concepciones políticas y filosóficas que los hombres generan en su afán de tratar de conocer y comprender la realidad; es decir, a través de todo eso a lo que los antropólogos llaman, en conjunto y con justicia conceptual, “cosmovisión”.

Pero por explicar todo esto al... “profesor”, con la glosa y sorna que no pueden dejar de estar presentes en casos como éstos, fui considerado por él un “idiota preso de la ideología”, poseedor de una mente que espera también por él para ser “limpiada con lejía y con jabón”. (¡Libérame, oh Señor, por favor, de este favor!).

Empero, diga en este punto lo que diga este… “profesor” que a la sazón dicta cátedra en la cuatricentenaria “Octana de América” donde asegura haber blandido la “excalibur” de su “filudo argumento” en “liberador acto de defensa”–, con afrentas o sin ellas, gústele o no, sus ideas sobre las ideas ajenas, sistematizadas a fuerza de su propia idiota convicción y regalada gana, han sido afirmadas con la calcina que él mismo ha rechazado y negado ontológicamente con bilioso odio freudiano. La suya, por tanto, no es sino una espantosa y singular ideología cuyo objeto de atención consiste en enjuiciar y calificar negativamente otras ideologías.

No deja, sin embargo, de llamar poderosamente la atención que este antipático… “profesor”, que me ha tildado de idiota por pensar en voz alta y de manera diferente –aunque más certeramente a como piensa él, pretenda reconocerse como “constitucionalista por vocación”,[3] cuando todo indica más bien que no es, en verdad, más que un activo idiota al cuadrado de profesión.

En fin, como este… “profesor” no habrá de cambiar sus ideas por las mías y, viceversa, no cambiaré yo las mías por las suyas, para ser paritario en los calificativos equitativa y mutuamente usados, quizás deba reconocer, mejor, sonrisa risueña de por medio, que éste no ha sido un constructivo sino pobre diálogo entre idiotas. O tal vez, por haberse producido en la Corporación donde nos conocimos, éste ha sido un diálogo de “Altos” idiotas Nadales… ¡Ay de mí, Señor!



[*]    Cualquier parecido con la realidad, es una sofocleta e idiota coincidencia.
[1]     Que a la larga resultó siendo, más que un mero nombre rimbombante, una auténtica estafa institucional.
[2]     Cfr. THOMPSON, John B., “Ideología y cultura moderna. Teoría Crítica social en la era de la comunicación de masas”, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, México, segunda edición, 1998.
[3]     “¡Y uno de los únicos tres que existen en el Perú!”, ha aclarado de inmediato, vocinglero y con pose de Kiko en trajecito limpio de marinero, a punto de asistir a la fiesta de los Pérez Abolengo, derrochando soberbia y orgullo germanos en su dicho ridículamente peruano.